lunes, 12 de marzo de 2012

Memorias


Nunca me hubiera podido imaginar así los diecinueve años, solo y entre la mugre, encerrado en casa. Pero esto no me dejo melancólico. Nada más que una sensación de curiosidad por la vida y un poco de admiración por mi habilidad para desconcertar siempre. Ni siquiera tengo tabaco.

No tengo tabaco. Esto que escribo son mis memorias. Porque un hombre debe escribir la historia de su vida al llegar a los diecinueve años, sobre todo si le sucedieron cosas interesantes. No se donde lo leí.

Ahora se siente menos calor y puede ser que de noche refresque. Lo difícil es encontrar el punto de partida. Estoy decidido a no poner nada de mi infancia. Como niño era un imbécil: solo me acuerdo de mi años después, en el tiempo de preparatoria.

Deje de escribir para encender la luz y refrescarme los ojos que me ardían. Debe ser el calor.

Era una noche caliente, sin luna, con un cielo negro lleno de estrellas. Pero no era el calor de esta noche en este cuarto, sino un calor que se movía entre los árboles y pasaba junto a uno como el aliento de otro que nos estuviera hablando o fuera a hacerlo.



Por aquel tiempo no venían sucesos a visitarme a la cama antes del sueño; las pocas imágenes que llegaban eran idiotas. Ya las había visto en el día o un poco antes. Se repetían caras de gentes que no me interesaban, ubicadas en sitios sin misterio alguno,

El amor es maravilloso y absurdo, e incomprensiblemente, visita a cualquier tipo de almas. Pero la gente absurda y maravillosa no abunda; y las que lo son, es por poco tiempo, en la primera juventud.

El amor es algo demasiado maravilloso para que uno pueda andar preocupándose por el destino de dos personas que no hicieron más que tenerlo, de manera inexplicable.



Estoy cansado; pasé  la noche escribiendo y ya debe ser muy tarde.


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