martes, 20 de marzo de 2012

Buscándonos



Nadie encuentra lo que no está; buscando. No es verdad que las cosas aparecen de pronto; que sorpresivamente,
cuando para la lluvia, vemos una hermosísima flor en el tallo en el que antes no había nada. Allí hubo, por lo
menos, un capullo cerrado, algo que estaba por abrirse, por transformarse en flor.

Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre. Los dos estaban buscándose.
Por soledad, por dolor, o por ganas de revivir la vida insuflándole oxígeno a los los pulmones.



Porque los dos estábamos buscándonos.
Porque desde aquella lejana, lejanísima primera vez que nos vimos, quedó un delgado, finísimo, invisible hilo
uniéndonos, un hilo que nada puede cortar, un hilo que atraviesa paredes, muros, montañas. Un hilo
indestructible que no soltaste, que no solté, y que al fin volvió a reunirnos para que la historia termine su retrato,
retornando a los dos mismos protagonistas.
Tu, que a mi lado permaneciste a cada momento.
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Si si soy un enfermo. En un psiquiátrico me encuentro y eso que les escribí, son recuerdos vagos de mi mente, mezclándolos con ficción alguna. Wendy ha sido siempre siempre mi ilusión, mi amor, mi adoración, mi vida por delante.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio. ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! No hubieran notado mi loquera en ningún momento.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para relatarles esto.


lunes, 12 de marzo de 2012

Memorias


Nunca me hubiera podido imaginar así los diecinueve años, solo y entre la mugre, encerrado en casa. Pero esto no me dejo melancólico. Nada más que una sensación de curiosidad por la vida y un poco de admiración por mi habilidad para desconcertar siempre. Ni siquiera tengo tabaco.

No tengo tabaco. Esto que escribo son mis memorias. Porque un hombre debe escribir la historia de su vida al llegar a los diecinueve años, sobre todo si le sucedieron cosas interesantes. No se donde lo leí.

Ahora se siente menos calor y puede ser que de noche refresque. Lo difícil es encontrar el punto de partida. Estoy decidido a no poner nada de mi infancia. Como niño era un imbécil: solo me acuerdo de mi años después, en el tiempo de preparatoria.

Deje de escribir para encender la luz y refrescarme los ojos que me ardían. Debe ser el calor.

Era una noche caliente, sin luna, con un cielo negro lleno de estrellas. Pero no era el calor de esta noche en este cuarto, sino un calor que se movía entre los árboles y pasaba junto a uno como el aliento de otro que nos estuviera hablando o fuera a hacerlo.



Por aquel tiempo no venían sucesos a visitarme a la cama antes del sueño; las pocas imágenes que llegaban eran idiotas. Ya las había visto en el día o un poco antes. Se repetían caras de gentes que no me interesaban, ubicadas en sitios sin misterio alguno,

El amor es maravilloso y absurdo, e incomprensiblemente, visita a cualquier tipo de almas. Pero la gente absurda y maravillosa no abunda; y las que lo son, es por poco tiempo, en la primera juventud.

El amor es algo demasiado maravilloso para que uno pueda andar preocupándose por el destino de dos personas que no hicieron más que tenerlo, de manera inexplicable.



Estoy cansado; pasé  la noche escribiendo y ya debe ser muy tarde.


lunes, 5 de marzo de 2012

incognita

Hace un rato me estaba paseando por el cuarto y se me ocurrió de golpe que la veía por primera vez. Hay dos catres, sillas sin patas y sin asiento, periódicos tostados de sol, viejos, clavados en la ventana en lugar de los vidrios.
Me paseaba con medio cuerpo desnudo, aburrido de estar tirado, desde mediodía, soplando el maldito calor que junta el techo y que ahora, siempre en las tardes, derrama adentro. Caminaba con las manos atrás, oliéndome alternativamente cada una de las axilas. Movía la cabeza de un lado a otro, aspirando, y esto me hacia crecer, yo lo sentía, una mueca de asco en la cara.
La barbilla, sin afeitar, me rozaba los hombros.
Después me puse a mirar por la ventana, distraído, buscando descubrir cómo era la cara de Wendy. Hasta ese momento recordé que mañana cumplo 19 años.
Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse.
Wendy, ha sido la mezcla de dolor y emoción emparentando mi realidad, la visión hacia un futuro inexistente, la ilusión a cada paso estrechado a mí alrededor, mi pensamiento y actuación a cada movimiento.
Lo curioso es que, si alguien dijera de mí que soy un soñador, me daría fastidio. Es absurdo y tonto. He vivido como cualquiera o más a mi edad. Si hoy quiero hablar de sueños, no es porque no tenga que contar, ni un sermón. Es porque se me da la gana, simplemente.
Ella es cada vez más fría, apura los pasos a cada momento, buscando las calles entre los árboles. Tiene la cara como la inteligencia, un poco fría, oculta y sin embargo libre de complicaciones. A veces me parece que es un ser perfecto y me intimida. Solo las cosas sentimentales mías viven cuando estoy alado de ella. Tan distinta de aquellas mujeres espesas.
La realidad ha regresado a su punto, bajo su cautivadora belleza me sobresalto los problemas, Ximena ya no es motivo de preocupación. Mi verdad es la incógnita sobre mi más mencionada palabra en el día: Wendy.